Comienza con la definición del contentamiento por William Plumer, junto con una lista de pecados que se oponen a él. Jeremiah Burroughs, quien escribió una obra clásica sobre este tema, explica que el contentamiento es una quietud sobrenatural en el corazón del creyente. J. C. Ryle discurre por qué es el contentamiento una gracia tan inaudita y por qué tan pocos la tienen. Thomas Jacombe sabiamente nos instruye en el arte de considerarlo: cuando llegan las pruebas, tenemos que aprender a pensar bíblicamente acerca de Dios quien sabiamente nos la envió y por qué lo hizo. El corazón humano ansía felicidad, nos dice Jonathan Edwards, y nada puede calmar esa ansiedad como el conocimiento de la Persona y obra de Cristo Jesús. Thomas Boston luego examina el pecado infernal del descontento y ofrece respuestas para remediarlo. Cuando las tormentas de la vida nos envuelven, no tenemos un fundamento más grande para el contentamiento que la promesa de Dios de que nunca nos dejará: este es el corazón del artículo por Arthur Pink. Por último, Octavius Winslow reta y consuela a los lectores asegurándoles bíblicamente que nuestros tiempos y todos los acontecimientos de nuestra vida están en la mano de nuestro Redentor soberano.